La teoría sostiene que los millones de años durante los cuales el Homo sapiens se relacionó con su entorno de manera estrecha, creó una necesidad emocional profunda y congénita de estar en contacto cercano con el resto de los seres vivos, ya sean platas o animales.
La satisfacción de ese deseo vital, dice Wilson, tiene la misma importancia que el hecho de entablar relaciones con otras personas.
Estudios científicos ratificaron la premisa de la biofilia, demostrando que los entornos naturales y las áreas verdes eran muy benéficos para la salud.
El intercambio hombre-naturaleza repercute en la inteligencia, las emociones, la creatividad, el sentido estético, la expresión verbal y la curiosidad. La separación del entorno, en cambio, empobrece psicológicamente a las personas.
Otros expertos advierten que, aunque la biofilia sea elemental para la psique humana, se está debilitando para los habitantes de las ciudades o centros urbanos, donde las áreas verdes son cada vez más escasas.