El boom de la arquitectura sostenible ha ido ganando terreno en los últimos años; todo esto debido a la creciente concientización y necesidad de dar respuesta frente a la crisis energética, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, entre muchos otros desafíos a nivel mundiales que se viven frente al panorama medioambiental. Y no es para menos, ya que la industria de la construcción es una de las que mayor impacto ambiental tiene sobre nuestro planeta.
Es por esto que la arquitectura sostenible en su busca por la optimización de recursos, el ahorro energético, la reducción del impacto medioambiental y el bienestar de la población, hace uso de tantos avances tecnológicos y técnicas innovadoras como le sea posible, logrando que la palabra sostenible sea casi indisociable de tecnología y desviando la atención de su principal objetivo.
Pero no fue ahí donde todo empezó. La arquitectura verde tiene sus antecedentes en el pasado, en la arquitectura vernácula, la cual se nutre de materiales locales, técnicas y soluciones constructivas particulares, cuyo conocimiento, mayormente empírico abarca aspectos bioclimáticos, que buscan dar confort a la arquitectura desde su propio diseño, al no encontrarse con la posibilidad de añadir tecnologías costosas a su proyecto.
Es por esto que retomar todas las enseñanzas que la tradición puede ofrecernos, se vuelve fundamental para el correcto desarrollo de una arquitectura sostenible que aproveche los materiales de su entorno más próximo y que necesitan poca energía para obtenerlos, producirlos o transportarlos. La sostenibilidad no se trata de una cuestión de marketing, un producto no es más “verde” por tener las características más innovadoras del mercado, que ayude a reducir el consumo energético durante la vida del proyecto, si para su producción y distribución se consumió el triple de la energía que más adelante planeaba ahorrar.
“Una mirada a la tradición con visión al futuro” es el camino por el cual debemos dirigirnos.
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