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Foto del escritorLucas Arango

Déficit cualitativo y cuantitativo del equipamiento para un nuevo habitar

La configuración del hábitat urbano actual no responde a los desafíos que implican las transformaciones en los vínculos sociales en la sociedad contemporánea (liquidez de Bauman).


Para soportar lo anteriormente mencionado haré referencia al libro Palaces for the People: How Social Infrastructure Can Help Fight Inequality, Polarization, and the Decline of Civic Life por Eric Klinenberg, en el que el sociólogo, de manera narrativa, explica mediante varios ejemplos la caída de la vida urbana y la importancia de espacios públicos eficientes que promuevan la interacción social.


El primer caso que cita el libro es la dura oleada de calor que azota a Chicago en julio del año 1995, mes en el cual se alcanzan los 52.2ºC y se rompe un récord histórico en la ciudad por el alto consumo de energía. Con los niveles tan altos de temperatura, las plantas de energía se vieron enfrentadas a un crecimiento alto y repentino en su demanda, por lo que algunas se sobrecargaron, dejaron de funcionar, teniendo como resultado un apagón momentáneo en varias zonas de la ciudad. “(…) miles de personas con problemas de salud causadas por el calor corrieron hacia las salas de emergencia, casi la mitad de los hospitales de la ciudad tuvieron que negarle la entrada a los pacientes porque ya no había más espacio. Una fila de camiones se formó frente al Cook County Medical Examiner’s Office, esperando para descargar los cadáveres. Había 222 plazas en la morgue, todas llenas. El dueño de una compañía empacadora de carne ofreció traer un camión refrigerante de casi 14.5 metros de largo. Cuando se llenó, trajo otro, y otro, y otro, hasta que 9 camiones llenos de cientos de cuerpos llenaron el estacionamiento. -Nunca había visto algo así en mi vida- dijo el examinador médico -estamos abrumados-”.


Las muertes presenciadas en el Cook County Medical Examiner’s Office no fueron las únicas, durante la semana del 14 y el 20, 739 personas murieron en la ciudad, más del doble de los fallecidos en el “Great Chicago Fire” y aproximadamente 7 veces más que las víctimas del huracán Sandy. Las cifras eran alarmantes, más de 100 muertes por día, todas ellas relacionadas al problema del calor debían tener una explicación. El instituto de salud Disease Control Prevention (DCP) mandó investigadores de otras ciudades para que investigaran lo ocurrido en Chicago. La investigación consistió en tomar casos en puntos diferentes de la ciudad por parejas con condiciones demográficas similares, para poder establecer una relación y tener un punto de comparación. Se visitaron más de 700 hogares de las víctimas, familiares y vecinos. Klinenberg dice que los resultados eran de esperar, de los datos arrojados se encontraba que tener un aire acondicionado funcionando reducía la mortandad en un 80%, nada que no se pudiera intuir. Sin embargo, más adelante los datos parecían tener algo en el fondo. Se encontró que el aislamiento social incrementaba el riesgo de muerte, vivir solo era particularmente peligroso. Resulta que los que no tenían compañía en casa tendían a fallar en el reconocimiento de los síntomas y la gravedad de las enfermedades que causaba el calor, sin embargo, una conexión cercana con otra persona, o incluso un animal, le daba a estas personas una posibilidad más alta de sobrevivir. Aunque no pareciera tener una relación directa con la causa de muerte, a las mujeres les fue mucho mejor que a los hombres. ¿Por qué? De lo sorprendente del estudio, se encontró que ellas tenían un vínculo más fuerte con sus amigos y familiares, por lo que sus posibilidades de sobrevivir se veían incrementadas. Algo similar pasó con los Latinos (por nuestra cultura tenemos una mayor cercanía, en comparación a los estadounidenses, con nuestros seres queridos). A pesar de los altos niveles de pobreza, las muertes registradas fueron bajas ¿la razón? Tendían a vivir en barrios densamente poblados, barrios que, como Klinenberg dice, morir solo es casi imposible.


“En su mayor parte la muerte causada por la ola de calor era fuertemente correlacionada con la segregación y la inequidad: 8 de las 10 áreas de comunidades con los mayores números de muerte eran virtualmente Afroamericanos, con focos de pobreza y violencia concentrada. Al mismo tiempo, 3 de los 10 barrios con el menor número de muertes registradas eran pobres, violentos y mayoritariamente Afroamericanos, mientras que el otro era pobre, violento y mayoritariamente latino. En papel, estos barrios parece que debieron haber sufrido graves consecuencias en la oleada de calor. De hecho, fueron más resilientes que las áreas más afluentes de Chicago.” Con esto se encontró que a pesar de que se tuvieran unas condiciones aparentemente mejores y una calidad de vida más alta (en cuanto a servicios públicos, comodidades y nivel socioeconómico alto), estos factores no tenían relevancia frente a las relaciones sociales, frente a los vínculos, frente a la solidez que Bauman dice. Lo anterior se puede ver reflejado nuevamente, y complementado, por el estudio, igualmente citado en el libro, de Michael Zoorob “Bowling alone, dying together: The role of social capital in mitigating the drug overdose epidemic in the United States” (2017), en el cual encuentra que las comunidades con un capital social más fuerte (medido como densidad de organizaciones cívicas y la ratio en que los ciudadanos votaban) eran más propensos a alejarse de los problemas y la crisis del opio en comparación con comunidades más frágiles, incluso cuando se tomaron en cuenta factores como los ingresos, el nivel educativo y la ración de analgésicos prescrita.


Siguiendo con el tema de las drogas, Klinenberg cita el caso que sufrió Suiza en los 70’s. En el año 1970 se encontró que un alarmante número de ciudadanos se estaba volviendo adicto a la heroína. Como es de esperar, el gobierno respondió con prohibición y leyes más fuertes, sin embargo, el problema solo empeoró. El consumo aumentó, y con esto, el número de crímenes a la propiedad, infecciones del SIDA y las muertes por sobredosis. Los años pasaban y la situación no mejoraba hasta que, en 1987, ya desesperadas, las autoridades de Zurich, decidieron tomar una aproximación diferente y arriesgada: en vez de enfrentar duras penas, a los adictos se les permitió consumir drogas abiertamente. Realmente no tan abiertamente, hubo un control y era que sólo lo podían hacer en un área específica de la ciudad, Platzspitz Park. Para sorpresa de todos, los problemas empezaron a disminuir cuantitativa y cualitativamente. “(…) estudios revelaron que lo que estaba matando la gente no era el consumo de heroína per se, era el consumo de heroína solo, tras bajas condiciones de seguridad”. Quiero recalcar ese solo, un solo literal, una lejanía, un aislamiento social que estaba acabando con las personas. Tras años de haber implementado la solución de Platzspitz Park, entre los años 1991 y 2004, las muertes por sobredosis disminuyeron un 50% y los crímenes a la propiedad, relacionados con la heroína, bajaron un significante 90%.


Como casos más recientes encontramos el alto número de suicidios en Tokyo, Japón. En el artículo “Why does Japan have such a high suicide rate?” BBC le plantea la pregunta al profesor Wataru Nishida, psicólogo de la universidad Temple de Tokyo, quien responde: “El aislamiento es el precursos número uno de la depresión y el suicidio” y más adelante añade diciendo que ahora es cada vez más común encontrar historias de gente mayor que muere sola en sus apartamentos. A pesar de que los suicidios se le atribuyan (bastante) a la presión financiera, en las últimas décadas, ha aparecido un fenómeno el cual podría ser el vehículo para una problemática (con respecto a los suicidios) mucho peor, los “hikikomori” (traducido como aislamiento social agudo), ya que, como el profesor Nishida dice, el aislamiento es el precursor número uno. El ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar define a los “hikikomori” como aquellas personas que se niegan a dejar sus casas/apartamentos y se aíslan de la sociedad por un periodo que excede los seis meses. De acuerdo con datos del gobierno del año 2010, hay 700.000 individuos viviendo como “hikikomori’s” con una edad promedio de 31 años.


Para agosto del 2012 la OMS escribió:


- Cada año se suicidan casi un millón de personas, lo que supone una tasa de mortalidad "global" de 16 por 100 000, o una muerte cada 40 segundos.

- En los últimos 45 años las tasas de suicidio han aumentado en un 60% a nivel mundial. El suicidio es una de las tres primeras causas de defunción entre las personas de 15 a 44 años en algunos países, y la segunda causa en el grupo de 10 a 24 años; y estas cifras no incluyen las tentativas de suicidio, que son hasta 20 veces más frecuentes que los casos de suicidio consumado.

- Se estima que a nivel mundial el suicidio supuso el 1,8% de la carga global de morbilidad en 1998, y que en 2020 representará el 2,4% en los países con economías de mercado y en los antiguos países socialistas.

- Aunque tradicionalmente las mayores tasas de suicidio se han registrado entre los varones de edad avanzada, las tasas entre los jóvenes han ido en aumento hasta el punto de que ahora estos son el grupo de mayor riesgo en un tercio de los países, tanto en el mundo desarrollado como en el mundo en desarrollo.

- Los trastornos mentales (especialmente la depresión y los trastornos por consumo de alcohol) son un importante factor de riesgo de suicidio en Europa y América del Norte; en los países asiáticos, sin embargo, tiene especial importancia la conducta impulsiva. El suicidio es un problema complejo, en el que intervienen factores psicológicos, sociales, biológicos, culturales y ambientales.


Según el mapa “Age-standardized suicide rates (per 100 000 population), 2016” también de la OMS, Colombia tiene una tasa de suicidio de 11.5 por cada 100.000 habitantes, lo cual puede no sonar alarmante, pero hay que tener en cuenta que la principal causa de muerte en el país es por enfermedades isquémicas del corazón (DANE y OMS) y su tasa es de 52.3 por cada 100.000 habitantes (OMS).



*Colombia entra en la 2 categoría con mayor número de suicidios.


En el estudio “Ideación suicida en la adolescencia: Una explicación desde tres de sus variables asociadas en Bogotá, 2009” por Gloria Carvajal, enf, PhD, Clara Virginia Caro, enf, PhD. Se hace una investigación que intenta explicar la tendencia suicida en los adolescentes ya que, como se vio anteriormente, la tasa en jóvenes ha ido aumentando y actualmente es el grupo etario con mayor amenaza. Encuentra que, a pesar de que los investigados presentaban niveles bajos de soledad, se evidencia una relación entre esta y la ideación suicida. Dicen: “Este hallazgo es congruente con los de la literatura existente, donde se afirma que la soledad se asocia con todas las manifestaciones de conducta suicida (Heinrich L, Gullone E. The clinical significance of loneliness: a literature review. Clin Psychol Rev. 2006; 26: 695-718.)”. Más adelante, otro de los factores analizados y destacados es la depresión, se encuentra una relación positiva y fuerte con la depresión y la ideación suicida, a lo que complementan con: “Al respecto, la literatura afirma que la depresión es un fenómeno prevalente que ocasiona diversidad de efectos nocivos en los adolescentes. También se evidencia que la depresión es la principal causa de todas las manifestaciones de conducta suicida en todos los grupos de edad y en muestras psiquiátricas y comunitarias (Shochet I, Dadds M, Holland D, Whitefield K, Harnett P, Osgarby S. The efficacy of a Universal School-Based Program to prevent adolescent depression. J Clin Child Psychol. 2001; 30: 303-15)”.


En el estudio “Suicidio en estudiantes universitarios en Bogotá, Colombia, 2004–2014” por varios autores de la universidad Javeriana, Andes, Nacional y Santo Tomás, se encuentra: “Sobre la juventud los entrevistados expresaron un conjunto de significados que oscilan entre el reconocimiento de la plena vitalidad y las potencialidades casi sin límites de los jóvenes, y su inmadurez, debilidad, soledad e impotencia. Es común a ambos conjuntos de significados la percepción de la juventud como una fase de transición en los órdenes biológico, emocional, cultural, económico y de inserción social. Dichas transiciones generan una serie de tensiones y confrontaciones entre el sujeto joven y los entornos familiar, afectivo, académico, ideológico y político. Los jóvenes se sienten con frecuencia impotentes frente a un mundo que no los entiende y que les imposibilita vivir significativamente, tema bien desarrollado por autores como Moreira y Sloan.”. Vemos nuevamente a la soledad como factor importante que lleva a una ideación suicida. En la cita cabe resaltar la idea del “mundo que no los entiende y que les imposibilita vivir significativamente”, pues anteriormente hemos visto el concepto de “enjambre” acuñado por Chul Han y la problemática que el autor dice, significa para nuestro mundo moderno.


En el anterior estudio destaca la relación de la ideación suicida con los vínculos familiares, en particular con el alejamiento de los individuos hacia su familia: “Familiares. Fueron los más frecuentemente señalados. Se relacionan con problemas de desintegración del núcleo familiar, debidos a cambios en la dinámica, a la prioridad dada por los padres a actividades laborales, económicas y profesionales, a los cambios de residencia, en particular a vivir lejos del hogar para lograr el acceso a la universidad”.



*(Creo que haré un capítulo solo para esto, lo merece pero le falta más fondo y redacción)*

En capítulos anteriores, y en los conceptos, hemos visto la importancia de la reflexión y la relación introspectiva que permite mejorar las relaciones exteriores. La importancia de aquel espacio al que los griegos llamaban Ádyton, la importancia de aquel espacio que me permita la resistencia que plantea el profesor Esquirol. Pero también hemos visto la dificultad que esto implica en la modernidad, la pérdida de estos espacios y la no comprensión de su importancia. En “La agonía del eros” por Cul Han, encontramos el problema de la positividad y la transparencia en el mundo moderno, con la tecnología y las nuevas formas de habitar (que nos han llegado sin que nos demos cuenta) nos han dejado expuestos, nos han quitado ese Ádyton, ese espacio tan importante para el desarrollo de las personas, el enjambre, el exceso de información y la tecnología nos han llevado a una racionalización que se da ya que la imaginación requiere lo incierto, necesita de una oscuridad que nos obligue a cerrar los ojos para sumergirnos en las posibilidades de la imaginación, sin embargo y por el contrario, la sobrecarga de información a la que estamos sometidos actualmente, nos abre los ojos y nos hace incapaces de entrar en la fantasía. Como diría el autor, estamos en el mundo de la transparencia, positividad y de lo igual, ya no vivimos la Buena Vida de Platón, ahora vivimos la Mera Vida.

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