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Foto del escritorMaria Fernanda Rozo

Paisaje rural, un territorio a intervenir

Del territorio rural del país conocemos poco, quizá algunos datos sobre producción y pobreza, quizá hayamos visitado sectores del país en algún viaje o sepamos de historias gracias a familiares que vivieron allí antes de venir a la ciudad en búsqueda de cambiar su estilo y calidad de vida. Sumado a esto en la academia el enfoque es urbano y es muy poco lo que se indaga y reflexiona sobre el territorio rural.


Precisamente en un viaje académico, hace al menos 3 años, recorrimos con mirada crítica y desde la óptica de arquitectos algunas ciudades, pueblos y veredas del bajo magdalena. A partir de este momento, nace el interés de entender más a fondo las dinámicas de los territorios rurales, que son muchos más complejas e interesantes que cifras y relatos. Conjuntamente nace la inquietud de ¿cómo podemos aportar los arquitectos en las diversas problemáticas que enfrenta el territorio? y ¿cómo identificar, a su vez, ¿cuáles son las particularidades que enfrentamos, diferentes a las que nos presenta la academia regularmente? Si bien las ciudades son territorios con un nivel de complejidad alto, colmado de fenómenos a intervenir, los territorios rurales son de gran importancia y juegan un papel crucial en las dinámicas de nuestro país. Además de esto y no menos importante, también presentan diversas situaciones en las que se ven afectados los paisajes naturales, los ecosistemas y las comunidades que lo habitan.


Partamos principalmente de la importancia de las zonas rurales en las dinámicas del país, el 94% del territorio es rural y el 32% de la población vive allí. En este territorio se produce alimento y turismo, contiene hábitat no solo para seres humanos y de él dependen mucho más del 32% de la población del país. Este territorio ha sido escenario de violencia, pobreza, inequidad y reformas fallidas e inconclusas, además hay múltiples conflictos relacionados con el uso y la tenencia de la tierra, y una deuda social enorme.


A pesar de que el 77% de la tierra está en manos de 13% de propietarios, 70% de los alimentos son producidos por pequeños campesinos, ese mismo 70% de personas es una de las razones para intervenir. No obstante, las buenas intenciones no bastan, primero debemos detener el afán por un mundo urbanizado, el cual creemos el único camino y solución, y pensar en otras maneras que no busque sobreponerse a la esencia de lo rural.


De hecho, otra de las razones del interés por el territorio rural se debe a mi acercamiento en la infancia con zonas como la vereda de la provincia del occidente, ubicada a pocas horas de Bogotá. Allí no solo podía tener un contacto con la naturaleza completamente distinto, sino que también tenía la oportunidad de crear vínculos con gente de la región, recuerdo la familiaridad y cercanía que tenían entre los habitantes y como esto generaba confianza y tranquilidad. De hecho, es curioso que, durante los años siguientes en mi formación como arquitecta, búsquedas constantes por generar tejidos sociales, mejoras en hábitat, preservar de ecosistemas, reutilizar materiales, producir servicios ecosistémicos y promover arraigo e identidad, sean elementos que se encuentran casi de manera natural las veredas. Gracias a esto hoy es para mí de vital importancia entender con claridad el valor de los fenómenos naturales y sociales de los territorios rurales, para comprender cómo y por qué debemos preservar estas características a la hora de intervenir. De esta forma aportar, como arquitectos formados en ciudad, en las mejoras del paisaje rural asertivamente.


Teniendo en cuenta lo antes mencionado, se analizarán las zonas rurales desde el concepto de paisaje, entendido este como área de la superficie terrestre que nace como resultante de la interacción entre diversos factores (bióticos, abióticos y antrópicos) y que cuenta con un reflejo visual en el espacio (Merino y Porto 2009), Poder así evidenciar cómo influye la interacción del paisaje natural y factores ambientales con las actividades y espacios del territorio y como mencionan Busquets y Cortina (2009) existe también la necesidad de percepción e interpretación para la existencia del paisaje. Por consiguiente, es importante indagar las formas de apropiación e identidad de los pobladores con el territorio. Así mismo desde el concepto de territorio, con la óptica de la geografía, que analiza y estudia los paisajes naturales, los espacios culturales y sus relaciones con las demás actividades que desarrollan los individuos. Podríamos generar las siguientes inquietudes, en este caso, ¿cómo se habita el territorio? y ¿de qué manera de evidencia la materialización de la cultura?


Ahora adentrémonos más al tema el paisaje rural está compuesto por paisajes naturales y culturales, y es el resultado de una serie de acciones recíprocas entre el paisaje natural primitivo y el modificado por la actividad humana. Se manifiestan características espaciales como su baja densidad poblacional, debido en parte a la cantidad de suelo ocupado con actividades productivas, de esto deriva también su patrón de asentamiento disperso, en donde los intersticios se colman de importancia y la mayor parte del tiempo se habita lo no construido.

Por otro lado, este territorio presenta características que lo diferencian de un territorio urbano, el manejo de los recursos naturales como sustento para la población, actividades económicas principales como la agricultura y la crianza de animales para consumo propio o para la venta, la dependencia de factores ambientales frente a sus actividades, la cercanía entre habitantes y la sinergia entre hábitats naturales y humanos. Sin dejar de lado la complejidad de sus relaciones con el paisaje urbano del cual es dependiente en muchos aspectos.


En el territorio colombiano podemos resaltar de estas zonas, el modo de vida desde dos focos, la calidad del ambiente y los ecosistemas, relacionándolo con los servicios ecosistémicos que aún se encuentran en alto porcentaje. Por otro lado, a la noción de comunidad, como lo menciona el sociólogo estadounidense Louis Wirth en el artículo “el urbanismo como modo de vida” (1938). La vecindad, el conocimiento personal y las relaciones permanentes (incluso a través de generaciones) son características propias del mundo rural.


“Los lazos de parentesco y vecindad, y los sentimientos forjados durante generaciones de vida en común, de acuerdo con una tradición popular, probablemente falten -o, en el mejor de los casos, sean débiles- en una agrupación humana cuyos miembros sean de orígenes, antecedentes y niveles educativos tan distintos, como los que se dan en la ciudad. En tales circunstancias los mecanismos de la competencia y del control formal sustituyen a los vínculos de solidaridad que se establecen en una sociedad tradicional para mantenerla cohesionada”. (Wirth, 1938)


Justamente son características que pueden indicar elementos a conservar en la transformación, de hecho, antiguamente en países de Europa la aldea era reconocida como sociedad de solidaridad y para que funcionara como tal, existían dos determinantes: que tuviera un tamaño adecuado para que la mayoría de sus habitantes se conocieran y que la mayor parte de actividades humanas pudieran realizarse en el territorio y que sólo esporádicamente se desplazaran a centros poblados de mayor nivel. No obstante, en Colombia, si comparamos las veredas con las aldeas, podemos ver que solo cumplen con la primera condición y que la carencia de la segunda es una de las causas principales de las problemáticas y el despoblamiento del territorio. Sumado a esto otra de las causas de despoblamiento se relaciona con uno de los sucesos que marca todo nuestro territorio como país, el conflicto armado, la guerra que ha alterado desde hace más de cincuenta años el desarrollo de los territorios rurales.


En otras palabras, entender que el territorio rural presenta carencias, problemáticas y oportunidades, justifica su intervención, aun así, no se puede perder de vista que es en las transformaciones del territorio donde mucho está en juego. Actualmente, a nivel mundial se cuestiona el futuro del campo desde diferentes áreas del conocimiento, en la arquitectura por ejemplo el arquitecto japonés Toyo Ito ve las ciudades como áreas convertidas en “productos industriales”, dice que las áreas rurales son el único lugar que nos permite dar un paso atrás e imaginar nuestra filosofía de vida sin estar involucrada en la carrera de la eficiencia económica. Ito piensa que las áreas rurales aún conservan valores locales únicos como los conocimientos sobre la formación geográfica, el microclima y el aprovechamiento de recursos, saberes que provienen muchas veces de varios siglos atrás.


Ito propone cuatro pilares en su nueva filosofía de arquitecto trabajando en áreas rurales: restaurar la sana relación con la naturaleza, revisar las herramientas que cada comunidad puede ofrecer aprovechando su carácter de locales, nutrir el patrimonio y la cultura local para que estos permanezcan en el tiempo y llegue a futuras generaciones y por último rediseñar los centros comunitarios ya que estos juegan un papel fundamental en las redes personales. Por otro lado, el arquitecto y urbanista Rem Koolhaas (2016) afirma que el 50 % de la población está viviendo en las ciudades y esta situación se ha convertido en una excusa para ignorar el 98% de la superficie terrestre. Manifiesta que “Debemos pensar en metodologías para un paisaje del que tarde o temprano tendremos que hacernos cargo.” También señaló que “las tendencias globales apuntan a transformar el campo en grandes espacios industriales robotizados que no están pensados para las personas”, tampoco para otros seres que habitan el territorio.


En concreto la transformación de los paisajes rurales es un proceso sin pausa, lo que se cuestiona actualmente es cómo estas transformaciones han afectado de forma irreversible el territorio y cual sería la manera más acertada de intervenirlo sin desaprovechar y desaparecer las dinámicas actuales favorables.


Aunque en Colombia el panorama de los territorios rurales es muy distinto al de países desarrollados, donde ha existido un éxodo mayor hacia las ciudades y donde se han perdido sectores tradicionales a costa de la industrialización, muchos de nuestro pueblos y veredas han sido consumidos por la urbe o se ha convertido en “trozos” de ciudad. Aun así, parece que estos territorios ven como único camino hacia el “progreso” urbanizarse, esto no quiere decir que las ciudades solo le produzcan afectaciones negativas al territorio, de hecho, están consideradas dentro del pensamiento colectivo como lugares con oportunidades de diversos tipos: económicas, culturales, comerciales y globales incluso se relacionan con el concepto de libertad. El verdadero problema es que el territorio empieza a formarse por trozos, generando una ruptura progresiva que no produce espacios de solidaridad, porque cada trozo está desvinculado. Sumado a esto el gran daño que se le genera al paisaje natural, cuando el desarrollo de estos espacios se hace sin control ni conciencia, que precisamente termina desmejorando la calidad de vida de todos en el territorio.


Afortunadamente la característica de nuestro entorno físico y el contexto social han dificultado su homogeneización y actualmente también se están planteando nuevas formas de intervenir el territorio rural. Una de estas herramientas es la nueva ruralidad, Wilson Vergara Vergara profesor de la Universidad de la Salle en su artículo “Desarrollo del subdesarrollo o nueva ruralidad para Colombia” publicado en la revista de la Universidad de la Salle 55, explica: “La nueva ruralidad propone cancelar la visión dual del mundo rural y el mundo urbano, y cambiarlo hacia una mirada holística que incluya la multifuncionalidad de lo rural. La nueva ruralidad es una propuesta de desarrollo humano que va más allá de la estrategia del crecimiento económico, y que pretende cerrar la brecha rural-urbana”. Así mismo el profesor de economía de la Universidad Autónoma de México David Barkin, propone en el libro “ La nueva ruralidad en américa latina, maestría en desarrollo rural 20 años” “Aislar de alguna manera estas comunidades(rurales) de la economía global, produciendo productos con cualidades especiales (orgánicos, genéricas, campesinas, etc.) y fortaleciendo servicios que puedan compensar, alentar e impulsar el fortalecimiento de sus actividades dentro de un manejo ambiental sostenible” simultáneamente se puede pensar en que producir diversificación ocupacional un mundo rural (que ya no sea solamente agrícola y de producción de alimentos derivados de los animales) generaría nuevos nichos de empleo que creen nuevos vínculos con el territorio

Sumado a esto existen otras herramientas que pueden hacer parte de las transformaciones en las áreas rurales, que actúen de manera diferente sobre el territorio y sobre la relación humana con el paisaje natural. Una de estas puede ser la permacultura, presentada como esta alternativa de vida urbana, un concepto acuñado por Bill Mollison y David Holgrem desde 1978, el cual se entiende como:

“Un sistema de diseño para la creación de medioambientes humanos sostenibles. La

palabra en sí misma es una contracción no solo de agricultura permanente sino también de cultura permanente, pues las culturas no pueden sobrevivir por mucho tiempo sin una base agricultural sostenible y una ética del uso de la tierra. En un nivel, la permacultura trata con plantas, animales, construcciones e infraestructuras (agua, energía, comunicaciones). Sin embargo, la permacultura no trata acerca de estos elementos en sí mismos sino sobre las relaciones que podemos crear entre ellos por la forma en que los ubicamos en el paisaje.


La permacultura busca aprovechar al máximo los diferentes tipos de energía, esto influye directamente en los asentamientos fundamentalmente en su distribución espacial. Además, otro de sus objetivos es integrar la vivienda, la energía, los animales, los árboles, los cultivos, los recursos, la sociedad y la educación. En adición cuenta con tres pilares; el cuidado de la tierra, el cuidado de las personas y la repartición equitativa más claramente pretende integrar a los seres humanos con la naturaleza en una relación de simbiosis positiva.


Otra metodología que se ha implementado recientemente en el país son los planos vivos, desarrollada por el arquitecto colombiano Simón Hosie, está busca construir un plano con la precisión geométrica-matemática y con visión panorámica y contra-mapeo, es decir generar una cartografía en donde se hagan visibles las dinámicas socio espaciales del territorio. Esta metodología, está pensada para escalas que permitan el trabajo con la comunidad y de esta forma se visualicen necesidades puntuales y se genere un vínculo estrecho entre el proyecto y la comunidad. Se trabaja con la memoria, puesto que es dinámica y con la historia, desde el principio de alteridad, que tiene como objetivo conocer al otro desde el otro. De hecho, fue usada para la propuesta de intervención del barrio pescadito en Santa Marta, donde se realizó una etnografía e inmersión en el territorio durante tres meses gracias a esto se identificaron elementos de identidad local y que permitieron llegar a respuestas diferentes para su intervención. A la propuesta se llegó de manera colectiva “Quienes confeccionan planos, tanto como quienes trabajan con ellos, son por lo general conscientes de que su quehacer no se reduce a registrar de modo literal las dimensiones objetivas de una realidad exterior. Su labor implica un ejercicio de recopilación, selección, abstracción y síntesis de información que denota una construcción activa de su objeto de conocimiento”.


Esta es una herramienta que permite evidenciar detalles importantes que son difícilmente identificables en un análisis de contexto común. La experiencia de la comunidad puede ayudar mostrar soluciones que se vienen dando durante años en el ambiente rural y darnos a entender que singularidades debemos ayudar a preservar.


Cabe aclarar que estas herramientas pueden no dar respuesta a cómo deberían transformarse los paisajes rurales en nuestro país, pero si abren la posibilidad de distintos escenarios de transformación y obligan a pensar que existen otros caminos de intervención diferentes a los existen actualmente y a los aprendidos en la academia.


Concluyendo, después de entender a grandes rasgos la complejidad del territorio rural, los diferentes factores que lo componen y todo lo que está en juego con sus constantes transformaciones, es claro que sí queremos aportar debemos hacerlo asertivamente y con una mirada distinta y después de un análisis sustancioso. Por consiguiente es importante preguntarnos como arquitectos formados en la ciudad, ¿Cómo intervenir en el paisaje rural sin sugerir un desarrollo urbano? por tanto es imprescindible entender que como habitantes de ciudad tenemos un concepto de progreso interiorizado que quizá sea un camino erróneo a la hora de intervenir, bien sea con la mejor voluntad un territorio rural, de esta afirmación nace también el interrogante de ¿Cómo un arquitecto de ciudad puede entender el paisaje rural y ser capaz de observar sus cualidades? y ¿Cómo se ve reflejado el paisaje cultural que resaltamos de las zonas rurales en su espacialidad? para así poder intervenir de la manera más apropiada y no afectar la noción de comunidad, su biodiversidad y servicios ecosistémicos que son aspectos que intentamos recuperar a toda costa actualmente en las ciudades.




Referencias


Busquets, Jaume y Albert Cortina. 2009. Gestión del paisaje: manual de protección, gestión y ordenación del paisaje. Barcelona: Ariel.

Otero, Luis. 2009. “Arquitectura y diseño del paisaje forestal: impacto de las plantaciones en el sur de Chile”. Ponencia presentada en el XIII Congreso Forestal Mundial, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, Buenos Aires.

El blog de José Fariña, El paisaje rural como patrimonio cultural, publicado el 10 de octubre de 2008, consultado en https://elblogdefarina.blogspot.com/2008/10/paisaje-rural-y-paisaje-cultural.html 2019

El blog de José Fariña, El mundo rural despierta, publicado el 5 de octubre de 2019, consultado en https://elblogdefarina.blogspot.com/2019/04/el-mundo-rural-despierta.htmll 2019

Intonation green, The Not-So-Pleasing New Face of “Modern”, Toyo Ito at the Omishima Ikoi-no-Ie

Conferencia Rem Koolhaas,Congreso Internacional que organiza la Fundación Arquitectura y Sociedad en Pamplona, España.(2019) consultado en https://www.archdaily.co/co/790455/rem-koolhaas-en-number-cambiodeclima-el-desafio-actual-de-la-arquitectura-esta-en-entender-el-mundo-rural 2019

Ecointeligencia, Permacultura, diseño sostenible al servicio de la agricultura, publicado el 6 de marzo de 2015 consultado en https://www.ecointeligencia.com/2015/03/permacultura-diseno-sostenible-agricultura/ 2019

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